¡Hola hola ❤️ Hoy quiero compartir una pequeña aventura que comenzó con una bola con ojos que encontré mientras limpiaba en casa de mi madre. Esta bola, que pretendía ser un amigurumi, me hizo recordar el día en que aprendí a hacer amigurumis.
Para aquellos que no lo sepan, el amigurumi es el arte japonés de tejer pequeños muñecos, generalmente animales o personajes, usando técnicas de crochet. Es una forma maravillosa de expresión creativa y ha ganado popularidad en todo el mundo por sus adorables y detalladas creaciones, cada vez mas personas deciden aprender a tejer amigurumis.
¿Que, qué era el amigurumi que tejí?
Pues un búho, pero más bien parecía una mezcla entre un búho, un pingüino y una berenjena mutante.
Y es que por aquel entonces no sabía ni cómo sujetar un ganchillo…
Os pongo en situación,
Imaginaos a una Silvia 10 años más joven, ¡fresca como un pepino y con una piel tan lisita y envidiable que podría haber servido como modelo para una marca de cremas!
Era una tarde de invierno fría y aburrida.
Me encontraba en un punto de mi vida donde buscaba trabajo, pero aún no había encontrado la pieza de mi puzle profesional. Sabía que no quería estar toda mi vida de trabajo en trabajo, de empresa a empresa… En el fondo, sabía que quería emprender, pero no tenía ni la menor idea de por dónde empezar.
Ese día, mi madre irrumpió en mi tranquila tarde como un torbellino. Sus ojos brillaban con una emoción que pocas veces veía en ella.
— ¡Silvia, tienes que escucharme!
— ¡Ilumíname! respondí, con una mezcla de curiosidad y sarcasmo.
— Te acuerdas de esas amiga con la que hacías pastelitos? – como si hubiera descubierto el santo grial , me dijo – ¡Laura es una visionaria, vende peluches de ganchillo!
— ¡Ah, ya.. Laura, la reina de la creatividad desbordante! – murmuré, con menos interés que un gato observando un pájaro en la ventana -.
— Está teniendo mucho éxito ¿por qué no pruebas, hija? Que falta hace que hagas algo con tu vida…
— ¿Muñecos a ganchillo? ¿Me ves a mí rodeada de ovillos y gatos revoltosos? -dije con un toque de incredulidad -.
Pero ella insistió como si estuviera vendiéndome la idea de un viaje a las Bahamas.
— ¡Sí, hija, seguro que te gusta…!
— ¡Claro, porque hacer un peluche es como coser un botón, ¡pan comido!
— ¡Ay, hija, tienes que intentarlo! ¡Laura sabe lo que dice!, – lo dijo con tanta determinación que me hizo dudar de si estaba hablando de hacer peluches o conquistar el mundo –
Así que sin ganas de rebatir más simplemente contesté, – Como quiero que te quedes tranquila voy a mirarlo, a ver cuéntame cómo se llama o cómo lo busco.
— ¡Ay, no sé, hija… ami… am… amicrochet… amiganchillos, no tengo ni idea…
— Pues empezamos bien… – le dije mientras soltaba un bufido –
Me fui a san Google y escribí “amicrochet”, ¡pero nada! probé con “amiganchillos”, ¡aun peor! Y después de varios intentos acabé poniendo “muñecos tejidos”.
🎉 ¡Bingo! ¡AMIGURUMIS! 🎉
Y allí estaba, una imagen de un zorro tejido, tan adorable y acurrucado que parecía estar durmiendo la siesta. Fue amor a primera vista, ¡qué digo amor, fue un flechazo de lana!
¡En ese momento supe que ese era mi destino!
Me lancé a la aventura. ¿Qué necesitaba? ¡Lana, por supuesto! Pero, ¿de qué color? ¿Qué quería hacer? ¡Ay, madre, cuántas preguntas!
Así que volví a Google: “Cómo hacer amigurumis”.
…
…
…
Y ¡tachán!
Apareció una página llamada Tejiendo Perú. Entré, emocionada y ahí estaban Caperucitas, perros, pulpos,..
¡Aix.., todo parecía demasiado difícil!
Pero de repente, como un destello de inspiración divina, ¡apareció un búho! Redondito y adorable, como si me estuviera diciendo: “¡Hazme, Silvia, hazme!”
Así que decidí que necesitaba lana de todos los colores posibles. ¡Sí, todos! (tu y yo sabemos que nunca son suficientes colores)
¡Y me fui a comprar, por supuesto! ¿Qué esperabais? Que lo dejara para mañana? Na… eso en mi es imposible...
De vuelta a casa, con toda la mercancía desparramada sobre la mesa, le dije a mi madre con un tono decidido:
-Dame ese trasto que usas para hacer ganchillo y ¡Enséñame! ¡Ahora! ¡Necesito hacer el zorro!
Ella me miró con orgullo y me dijo – siéntate que va para largo –
Hizo su nudo deslizado y empezó a tejer cadenetas,
-Ahora tu, hija querida (igual fue más bruta pero yo prefiero recordarlo amorosamente)
– Madre, esto es pan comido.
Pero pasaron los minutos, las horas… y después de mucho batallar, apenas había conseguido hacer diez cadenetas parejas.
Pero no me rendí. Con paciencia y la ayuda de mi madre, aprendí el punto bajo, los aumentos y las disminuciones.
¡El zorro tendría que esperar, pero el búho estaba en marcha!
Y después de muchas horas de trabajo, logré tejer lo que llamé un búho.
¿El resultado?
Bueno, tenía lo que yo tengo de… ¡búho! 😏
Y así es como Como aprendí a hacer Amigurumis Si quieres leer mas historias sobre amigurumis y ver al famoso búho en foto puedes unirte al mundo de los amigurumis conmigo, suscríbendote a la newsletter,
Además obtendrás el patrón de la muñeca Lilia gratis.
Prometo más anécdotas, consejos y, por supuesto, muchas risas.
Un abrazo,
Silvia
blog.misblanditosamigurumis.com